El escabeche es una de esas elaboraciones a la que nunca se le da la atención que merece. Y si hablamos de escabeche vegetal, ya no es que no se le preste atención, sino que directamente se ignora: en este podio alimenticio que hemos creado para la proteína animal, no queda espacio ni para una pobre lechuga.
En El Comidista nos posicionamos claramente contra el totalitarismo cárnico —con muchas ideas vegetales variadas que consultar—, y no iba a ser menos aquí, con lo que nos gusta un buen escabeche. Lo hemos hecho de champiñones, también de berenjena, y antes o después tenía que llegarle el turno a las cebollas. Estos bulbos dulces se impregnan del sabor ácido-dulce del escabeche con mucha facilidad, quedando jugosos, tiernos y muy aromáticos.
Con lo único que hay que tener cuidado es con no pasarse con la cocción. Es preferible dejarlas con mordida y que terminen de escabecharse en el propio recipiente, que arriesgarse a que queden blandurrias y deshechas. Los aromas que le vienen bien a la cebolla son muchos, pero hoy vamos a quedarnos con algo que funciona siempre: pieles de limón, laurel, comino y tomillo. Yo suelo incorporar algo de miel a este escabeche, me gusta el contraste y me parece que luego permite añadir todavía más contrastes con unas alcaparras o aceitunas fritas.
Una vez hecho, aguanta en la nevera una semana sin problema y es uno de esos platos que puede ponerse en el centro de la mesa con unas rebanadas de pan y acabarse en minutos; acompañará a la perfección a cualquier pescado hecho a la plancha, al vapor o al horno; o meterse en un bocadillo con lomo a la plancha y queso. Aquí lo presentamos con una crema de queso que da mucha cremosidad. Para gastar la barra entera.
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